Ayer, viernes, me hallé en otro viaje de regreso a Lima, pero no era un viaje más, esta vez no volvería a ver a Alejandrina Romero de Ramos. La abuelita Alejandtina no volverìa a recibirme con la sonrisa y el abrazo que generosamente me obsequiaba a cada visita.
Una vez más, la muerte volvió a alcanzarnos y arrebatarnos a una persona especial. Ella fue la encargada de los infaltables camotes sancochados en la mesa y quien solía relatarnos historias de otros tiempos, sea en su casa familiar junto a sus padres en Lima o en Quinches, o las historias que más nos atrayeron, las travesuras de nuestros tíos y nuestro padre.
Con casi 87 años a cuestas, la recuerdo lúcida, hasata hace pocas semanas, ciertamente, el cuidar de un familiar delicado, es una historia de amor muy especial, una historia que no termina con un final feliz. Ahora queda en nuestra memoria, y en la de Dios.
mi pesame, asi es la vida, e leido tus post con frekencia lastima ke esta vs sea alg triste
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